domingo, 17 de noviembre de 2013

MARUJA VIEIRA. Por Margarita Vidal. Entrevista. Revista Credencial, No. 324. Noviembre 2013

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MARUJA  VIEIRA 

Por Margarita Vidal 

Entrevista 
Revista Credencial. No. 324.  Noviembre 2013
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Maruja Vieira White (Manizales, 1923) . Diciembre 2013, 90 años. 
"Te llamarás Maruja Vieira", Pablo Neruda, Bogotá, 1953
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Páginas 50 a 53 de la Revista

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Maruja conforma con Dora Castellanos, Meira Delmar, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Dulce María Loynaz, 
Dominga Palacios, Matilde Espinosa y otras pocas, el poco nutrido parnaso de las mejores poetas latinoamericanas.
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El año pasado, el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Vida y Obra a Maruja Vieira, periodista, relacionista pública, profesora universitaria, y, sobre todo, poeta, quien fuera en los años noventa una de las más firmes defensoras de su creación, con la convicción de que un ministerio del ramo sacaría de su postración a la Cultura, Cenicienta siempre relegada en el presupuesto nacional.
Parte del premio consiste en la publicación de un libro biográfico, próximo a salir, escrito por el poeta samario José Luis Díaz-Granados, con el título de Maruja Vieira. Creación y Creencia.
Maruja conforma con Dora Castellanos, Meira Delmar, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Dulce María Loynaz, Dominga Palacios, Matilde Espinosa y otras pocas, el poco nutrido parnaso de las mejores poetas latinoamericanas.

Su historia suma ya 90 años desde cuando nació en Manizales, en una familia de colombianos ilustres, como su primo Enrique Uribe White, hombre del Renacimiento y personaje legendario que conocía en profundidad los temas humanísticos y el general Rafael Uribe y Uribe, líder liberal de la Guerra de los Mil Días. La precaria salud de su madre la obligó a delegar parte de la crianza de sus dos hijos, Gilberto y María, en Rita Uribe de White, la abuela, una mujer extraordinaria. Solemne, atildada y muy bella, hablaba inglés y francés, sabía de literatura y se había casado con un ingeniero británico, culto y atractivo, llamado John Henry White, fundador de Dabeiba. Muy probablemente de allí proviene el gran amor de Maruja Vieira por la literatura inglesa, especial por Oscar Wilde, a cuyo cuento El Fantasma de Canterville, lleno de humor y de gracia, le dedicó un poema. Otros autores como Keats. Bernard Shaw, Chesterton, Machado, Alberti, Aleixandre y Lorca, nutrieron su ávida imaginación de adolescente.
A pesar de haber visto tantos veranos, Maruja sigue siendo dueña de un espíritu moderno y una, curiosidad insaciable. Maneja su computador, escribe todos los días, lee prensa y revistas, ama el arte, el teatro, la música culta, la poesía, hacer crucigramas y los viajes. Es golosa, pero tiene una vocación incendiaria en la cocina. Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, considera que pertenecer a ella es uno de los logros más importantes de su vida. Trabajó durante décadas en menesteres diversos: periódicos revistas, radiodifusoras, televisión, Colcultura, relaciones públicas, aulas universitarias, y tiene una constelación de medallas y premios. De su entorno personal y literario formaron parte intelectuales de la talla de Baldomero Sanín Cano, Luis Eduardo Nieto Caballero, César Uribe Piedrahita, Juan Lozano y Lozano, Jorge Zalamea, Eduardo Cote Lamus, Luis Vidales y Jorge Gaitán Durán, con quien probó las mieles y las hieles de un primer amor frustrado. Para esos amigos ya idos publicó Los Nombres de la Ausencia *, un libro nostálgico donde habitan todos. Lo hizo porque la única manera de detener el olvido, que es la verdadera muerte, es recordándolos, dice.  (* Notica de NTC ...LOS NOMBRES DE L AUSENCIA. http://www.marujavieira.com/libros_pdf/nombres_de_la_au.pdf . Allí el libro completo en la web de Maruja Vieira: http://www.marujavieira.com/index.php/es/ )
Vivió a fondo la Bogotá de los cafés y las tertulias literarias. De las discusiones políticas —nada inocentes- que terminaban no pocas veces con unos vates coléricos trenzados a puñetazos.
Como el noviazgo con Gaitán, (poeta santandereano, creador de la revista Mito), temperamental, celoso y posesivo no cuajó, Maruja se fue para Venezuela donde trabajó en la radio y televisión, y formó parte de los círculos poéticos de ese país. Le gusta recordar que en su casa se cocinaba una tertulia intelectual condimentada con especias políticas diversas. ONU criolla, donde su padre era conservador, su madre y su abuela rabiosamente liberales y su único hermano, Gilberto Vieira, matriculado comunista desde ...  (... Sigue en la página 52)
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cuando lo expulsaron del Instituto Universitario de Manizales por decir que Cristo era el primer comunista de la historia. Bella y dueña de un criterio certero, Maruja se codeó con los grandes hombres de su tiempo y fue novia también de Indalecio Liévano Aguirre, uno de los más importantes y respetados intelectuales del país, "Comencé a escribir y a publicar para ver si él se fijaba en mí. Lo hizo, pero con Indalecio no se sabía nunca si lo quería a uno, o no, porque era muy parco. Un hombre de una gran inteligencia y de una hermosa condición humana. Cuando vimos que la cosa no iba para ninguna parte, y que era más bien un encaprichamiento (más mío, que de él) decidimos seguir siendo solo buenos amigos el resto de la vida".
En el Café Automático reinaban un poeta de la montaña y sus alias Beremundo el Lelo, Matías Aldecoa, Leo Le Gris, Erik Fjorsson, y en medio del humo de cigarrillos y de pipas y de la algarabía estruendosa de las discusiones y los versos, las voces inapelables de Claudio Montefiavo, Diego de Estúñiga, Gaspar Von der nacht, Sergio Stepansky y Gaspard de la Nuit se condensaban en León de Greiff que ordenaba dejar entrar a las mujeres. Dora Castellanos, Cecilia Fonseca, Emilia Ayarza, Emilia Pardo Umaña, Maruja Vieira. Como señal de bienvenida, León el de "la taeña barba" les recitaba el comienzo de su famoso Ritornello:
Esta rosa fue testigo
De este, que si amor no fue
Ningún otro amor sería
Esta rosa fue testigo
De cuando te diste mía
El día ya no lo sé... 

(si lo sé, mas no lo digo).
Esta rosa fue testigo
En Venezuela, Maruja frecuentaba la Casa Mérida, donde Ana Mercedes Hernández declamaba poesía y recitaba a José María Vivas Balcázar, un poeta caucano que le había dedicado a Bolívar su largo poema, En la Mansión del Padre. Impresionada, le escribió y le mandó libros y versos. Y como el destino es ineludible, de regreso en Colombia y asentada en Cali, la locura de amor le llegó de la mano de ese mismo poeta cuando lo conoció en una fiesta de bienvenida. Vivas era un hombre alto, de pelo precozmente blanco y ojos penetrantes, arrogante y muy atractivo. Mientras lo oía recitar, se le escapó a Maruja una lágrima. Él se sentó con suavidad a su lado, le tomó la mano y "no me la ha vuelto a soltar en toda la vida", dice esta mujer extraordinaria con un vaho brilloso en los ojos.
Ni en la vida, ni en la muerte. Aún hoy, décadas después de su muerte, lo llora y nunca quiso volver a casarse.
"Sí, lo adoró y adoro su recuerdo. Estuvimos casados menos de un año porque José María murió de un infarto en mayo de 1960, a los 42 años. Aún no había nacido nuestra hija Ana Mercedes. Lo he añorado a morir y le dediqué un libro que se llama Sombra del Amor, con más de 50 poemas que escribí para él, a lo largo de todos estos años".
Ana Mercedes Vivas Vieira, poeta como sus padres y comunicadora social, cuenta que a su abuelo, Joaquín Vieira, (un hombre muy importante que trajo el Ron Viejo de Caldas al país y a quien sacaron de la gerencia de la Licorera cuando cambió el gobierno conservador) le ofrecieron que se fuera a trabajar a otro departamento con la condición de que aportara la fórmula. El abuelo prefirió la ruina: "la fórmula del Ron Viejo de Caldas no se ha divulgado nunca y no se vende. Le pertenece a todos los caldenses". Maruja la guardó celosamente por décadas y hace pocos años se la entregó a Emilio Echeverry, gobernador de Caldas, escrita en un viejo papel frágil y amarillento.
La relación madre hija es envidiable hoy, luego de haber sufrido el acomodo tectónico de dos fuertes temperamentos, y tan entrañable, que Ana Mercedes dice que su madre es tan tierna, tan amorosa y con un sentido del humor tan irreverente y divertido, que cuando alguna de sus amigas está deprimida ella la ofrece: "¿Quieres que te preste a mi mamá?"


Vivas Balcázar, su marido, era conservador laureanista, ¿conoció usted al legendario Laureano Gómez? 
Sí, nos casamos en Cali y pasamos la luna de miel en Bogotá, y él me llevó a visitar a Laureano, a quien yo había conocido ya por Rafael Gómez su hijo, que se mató en un accidente. Laureano era un hombre muy interesante e inteligente; una especie de gran Burundú Burundá.
Perteneció a la generación de los Cuadernícolas, ¿por qué ese nombre? No fue una "generación" en el estricto sentido de la palabra, sino el nombre que nos dio Hernando Téllez porque, como no teníamos plata, publicábamos los primeros libros en la Editorial Iqueima, en unos cuadernos pequeños.
¿Recuerda el primer poema que publicó?
Sí, se llama El Arroyuelo, y empieza:
Me dio un arroyuelo
Un mundo nocturno
Yo quería un mar...
Era una glosa de un poema de Barba- Jacob que dice:
Le pedí un sublime canto que endulzara
Mi rudo, monótono y áspero vivir
Él me dio una alondra de rima encantada... 

¡Yo quería mil!

Lo dejé sobrevivir porque fue el primer poema que me publicaron en El Tiempo. Recuerdo que el gran Víctor Mallarino entró un día a la oficina de Enrique Santos Montejo para preguntarle quién era la autora de ese poema tan dulce y al mismo tiempo yo entraba furiosa a reclamarle porque habían hablado mal de Manuelita La Libertadora, una obra de teatro donde mi amigo del alma, Fausto Cabrera, representaba a José María Córdoba. Mallarino se quedó petrificado y dijo: "No es un arroyuelo, es una tromba marina", mucho gusto, yo soy Víctor Mallarino". Le garantizo que dejé vivir ese poema por acordarme de él.
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Comparto su amor por Federico García Lorca, sin embargo hay críticos que lo descalifican apoyándose en una de las famosas "boutades" de Borges, quien dijo que era un “poeta menor".
Es uno de esos absurdos inexplicables en los que a veces incurría Borges. Que Lorca era un gran poeta, no hay duda, basta leer Poeta en Nueva York. Esa afirmación de Borges me recuerda la Parábola del Falso Profeta, de Oscar Wilde traducida muy bien por Eduardo Castillo, que dice: "Cuando ya la noche una gran marea de tinta invadió el mundo, José de Arimatea, triste, tomó una antorcha de resinoso pino y guiado por el cárdeno fulgor tomó el camino de su vivienda. A veces brillaba la improvisada luz roja de un relámpago y el hombre iba detrás, hasta llegar al Valle de las Desolaciones. Detuvo de repente su marcha y quedó mudo ante un man¬cebo que lloraba desnudo sobre las rocas ásperas. Divinamente bello, su cabello era dorado como la miel de las colmenas y su piel era Cándida como las azucenas..."
No termino porque es muy largo, pero, a ese mancebo que lloraba, le dijo José de Arimatea: "No me extraña que llores porque el hombre que crucificaron era en verdad un santo". Y el otro contestó "Yo no lloro por él sino por mí. Yo también, cuando quise, con mi poder divino de taumaturgo, pude mudar el agua en vino y ante las muchedumbres absortas muchas veces multipliqué los panes y los peces. Yo hice que los difuntos se alzaran de sus lechos de piedra y que llegaran de nuevo a ver la luz. Todo lo que hizo el hombre de quien hablas yo lo he hecho, y a mí no me han befado, ni me han clavado en la cruz". ¿Ve usted?... como a Borges no lo fusilaron... concluye Maruja con expresión traviesa.
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En septiembre de 1953 el mundo intelectual bogotano se conmociona con la llegada del poeta chileno Pablo Neruda, famoso ya por sus Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada y es recibido en el Aeropuerto de Techo por los poetas de Piedra y Cielo: Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez, Gerardo Valencia. Tomás Vargas. Carlos Martín y Darío Samper. También están en la tropilla Maruja y su novio de entonces, el parlamentario comunista Jorge Regueros Peralta y su hermano Gilberto, dirigente del Partido Comunista Colombiano, Daniel Arango, Fernando Charry Lara y Matilde Espinosa.
Una tarde Maruja le muestra a Neruda sus poemas firmados como María Vieira White. El los lee con atención y comenta: "Están muy bien, ¿pero qué es eso de María Vieira White? Es como si yo firmara todavía como Neftalí Reyes Basoalto, en Chile a las Marías les decimos Maruca" Y ella le respondió: en Colombia nos dicen Maruja. Con su ancha sonrisa y sus grandes párpados dormidos, Neruda toma su mano y la bautiza, "Te llamarás Maruja Vieira".

"Yo acepté de inmediato porque caí bajo el magnetismo de Neruda. Cuando uno estaba con él, el ambiente se convertía en una increíble sensación de calidez y sentía que algo tan colosal como el Himalaya lo había acogido entre sus brazos. Era un ser muy marino, parecía un joven cetáceo, una especie de pequeña ballena, tan dulce y tan agradable, que oírlo leer su poesía era transportador. El tono de su voz no era el más adecuado porque a la larga resultaba un poco monótono, pero era Pablo Neruda y yo adoro su recuerdo".
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No. 324.  Noviembre 2013
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