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MARUJA VIEIRA
Por Margarita Vidal
Entrevista
Revista Credencial. No. 324. Noviembre 2013
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Maruja Vieira White (Manizales, 1923) . Diciembre 2013, 90 años.
"Te llamarás Maruja Vieira", Pablo Neruda, Bogotá, 1953
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Páginas 50 a 53 de la Revista
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Los enlaces son de NTC ...
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Maruja conforma con Dora Castellanos, Meira Delmar, Gabriela
Mistral, Juana de Ibarbourou, Dulce María Loynaz,
Dominga Palacios, Matilde Espinosa y otras pocas, el poco nutrido parnaso de las mejores poetas latinoamericanas.
Dominga Palacios, Matilde Espinosa y otras pocas, el poco nutrido parnaso de las mejores poetas latinoamericanas.
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El año
pasado, el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Vida y Obra a Maruja
Vieira, periodista, relacionista pública, profesora universitaria, y, sobre
todo, poeta, quien fuera en los años noventa una de las más firmes defensoras
de su creación, con la convicción de que un ministerio del ramo sacaría de su
postración a la Cultura, Cenicienta siempre relegada en el presupuesto
nacional.
Parte
del premio consiste en la publicación de un libro biográfico, próximo a salir,
escrito por el poeta samario José Luis Díaz-Granados, con el título de Maruja
Vieira. Creación y Creencia.
Maruja conforma con Dora Castellanos, Meira Delmar, Gabriela
Mistral, Juana de Ibarbourou, Dulce María Loynaz, Dominga Palacios, Matilde Espinosa y otras pocas, el poco nutrido parnaso de las mejores poetas
latinoamericanas.
Su
historia suma ya 90 años desde cuando nació en Manizales, en una familia de
colombianos ilustres, como su primo Enrique Uribe White, hombre del
Renacimiento y personaje legendario que conocía en profundidad los temas
humanísticos y el general Rafael Uribe y Uribe, líder liberal de la Guerra de
los Mil Días. La precaria salud de su madre la obligó a delegar parte de la
crianza de sus dos hijos, Gilberto
y María, en Rita Uribe de White, la abuela, una mujer extraordinaria. Solemne,
atildada y muy bella, hablaba inglés y francés, sabía de literatura y se había
casado con un ingeniero británico, culto y atractivo, llamado John Henry White,
fundador de Dabeiba. Muy probablemente de allí proviene el gran amor de Maruja
Vieira por la literatura inglesa, especial por Oscar Wilde, a cuyo cuento El Fantasma de Canterville, lleno de
humor y de gracia, le dedicó un poema. Otros autores como Keats. Bernard Shaw,
Chesterton, Machado, Alberti, Aleixandre y Lorca, nutrieron su ávida
imaginación de adolescente.
A pesar
de haber visto tantos veranos, Maruja sigue siendo dueña de un espíritu moderno
y una, curiosidad insaciable. Maneja su computador, escribe todos los días, lee
prensa y revistas, ama el arte, el teatro, la música culta, la poesía, hacer
crucigramas y los viajes. Es golosa, pero tiene una vocación incendiaria en la
cocina. Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, considera que pertenecer
a ella es uno de los logros más importantes de su vida. Trabajó durante décadas
en menesteres diversos: periódicos revistas, radiodifusoras, televisión,
Colcultura, relaciones públicas, aulas universitarias, y tiene una constelación
de medallas y premios. De su entorno personal y literario formaron parte intelectuales
de la talla de Baldomero Sanín Cano, Luis Eduardo Nieto Caballero, César Uribe
Piedrahita, Juan Lozano y Lozano, Jorge Zalamea, Eduardo Cote Lamus, Luis Vidales y Jorge Gaitán Durán, con quien probó las mieles y las hieles de un
primer amor frustrado. Para esos amigos ya idos publicó Los Nombres de la Ausencia *, un libro nostálgico donde habitan
todos. Lo hizo porque la única manera de detener el olvido, que es la verdadera
muerte, es recordándolos, dice. (* Notica de NTC ...: LOS NOMBRES DE L AUSENCIA. http://www.marujavieira.com/libros_pdf/nombres_de_la_au.pdf . Allí el libro
completo en la web de Maruja Vieira: http://www.marujavieira.com/index.php/es/ )
Vivió a
fondo la Bogotá de los cafés y las tertulias literarias. De las discusiones
políticas —nada inocentes- que terminaban no pocas veces con unos vates
coléricos trenzados a puñetazos.
Como el
noviazgo con Gaitán, (poeta santandereano, creador de la revista Mito),
temperamental, celoso y posesivo no cuajó, Maruja se fue para Venezuela donde
trabajó en la radio y televisión, y formó parte de los círculos poéticos de ese
país. Le gusta recordar que en su casa se cocinaba una tertulia intelectual
condimentada con especias políticas diversas. ONU criolla, donde su padre era
conservador, su madre y su abuela rabiosamente liberales y su único hermano,
Gilberto Vieira, matriculado comunista desde ... (... Sigue en la página 52)
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Página 51
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cuando
lo expulsaron del Instituto Universitario de Manizales por decir que Cristo era
el primer comunista de la historia. Bella y dueña de un criterio certero,
Maruja se codeó con los grandes hombres de su tiempo y fue novia también de
Indalecio Liévano Aguirre, uno de los más importantes y respetados
intelectuales del país, "Comencé a
escribir y a publicar para ver si él se fijaba en mí. Lo hizo, pero con
Indalecio no se sabía nunca si lo quería a uno, o no, porque era muy parco. Un
hombre de una gran inteligencia y de una hermosa condición humana. Cuando vimos
que la cosa no iba para ninguna parte, y que era más bien un encaprichamiento
(más mío, que de él) decidimos seguir siendo solo buenos amigos el resto de la
vida".
En el
Café Automático reinaban un poeta de la montaña y sus alias Beremundo el Lelo,
Matías Aldecoa, Leo Le Gris, Erik Fjorsson, y en medio del humo de cigarrillos
y de pipas y de la algarabía estruendosa de las discusiones y los versos, las
voces inapelables de Claudio Montefiavo, Diego de Estúñiga, Gaspar Von der
nacht, Sergio Stepansky y Gaspard de la Nuit se condensaban en León de Greiff
que ordenaba dejar entrar a las mujeres. Dora Castellanos, Cecilia Fonseca,
Emilia Ayarza, Emilia Pardo Umaña, Maruja Vieira. Como señal de bienvenida,
León el de "la taeña barba" les recitaba el comienzo de su famoso
Ritornello:
Esta rosa fue testigo
De este, que si amor no fue
Ningún otro amor sería
Esta rosa fue testigo
De cuando te diste mía
El día ya no lo sé...
(si lo sé, mas no lo digo).
(si lo sé, mas no lo digo).
Esta rosa fue testigo
En
Venezuela, Maruja frecuentaba la Casa Mérida, donde Ana Mercedes Hernández
declamaba poesía y recitaba a José María Vivas Balcázar, un poeta caucano que
le había dedicado a Bolívar su largo poema, En la Mansión del Padre.
Impresionada, le escribió y le mandó libros y versos. Y como el
destino es ineludible, de regreso en Colombia y asentada en Cali, la locura de
amor le llegó de la mano de ese mismo poeta cuando lo conoció en una fiesta de
bienvenida. Vivas era un hombre alto, de pelo precozmente blanco y ojos
penetrantes, arrogante y muy atractivo. Mientras lo oía recitar, se le escapó a
Maruja una lágrima. Él se sentó con suavidad a su lado, le tomó la mano y "no me la ha vuelto a soltar en toda la
vida", dice esta mujer extraordinaria con un vaho brilloso en los
ojos.
Ni en
la vida, ni en la muerte. Aún hoy, décadas después de su muerte, lo llora y
nunca quiso volver a casarse.
"Sí, lo adoró y adoro su recuerdo.
Estuvimos casados menos de un año porque José María murió de un infarto en mayo
de 1960, a los 42 años. Aún no había nacido nuestra hija Ana Mercedes. Lo he
añorado a morir y le dediqué un libro que se llama Sombra del Amor, con más de 50 poemas que escribí para él, a lo
largo de todos estos años".
Ana Mercedes Vivas Vieira, poeta como sus padres y comunicadora social, cuenta que
a su abuelo, Joaquín Vieira, (un hombre muy importante que trajo el Ron Viejo
de Caldas al país y a quien sacaron de la gerencia de la Licorera cuando cambió
el gobierno conservador) le ofrecieron que se fuera a trabajar a otro departamento
con la condición de que aportara la fórmula. El abuelo prefirió la ruina: "la fórmula del Ron Viejo de Caldas no
se ha divulgado nunca y no se vende. Le pertenece a todos los caldenses".
Maruja la guardó celosamente por décadas y hace pocos años se la entregó a
Emilio Echeverry, gobernador de Caldas, escrita en un viejo papel frágil y
amarillento.
La
relación madre hija es envidiable hoy, luego de haber sufrido el acomodo
tectónico de dos fuertes temperamentos, y tan entrañable, que Ana Mercedes dice
que su madre es tan tierna, tan amorosa y con un sentido del humor tan
irreverente y divertido, que cuando alguna de sus amigas está deprimida ella la
ofrece: "¿Quieres que te preste a mi mamá?"
Vivas Balcázar,
su marido, era conservador laureanista, ¿conoció usted al legendario Laureano
Gómez?
Sí, nos casamos en Cali y pasamos la luna de miel en Bogotá, y él me
llevó a visitar a Laureano, a quien yo había conocido ya por Rafael Gómez su
hijo, que se mató en un accidente. Laureano era un hombre muy interesante e
inteligente; una especie de gran Burundú Burundá.
Perteneció
a la generación de los Cuadernícolas, ¿por qué ese nombre? No fue una
"generación" en el estricto sentido de la palabra, sino el nombre que
nos dio Hernando Téllez porque, como no teníamos plata, publicábamos los
primeros libros en la Editorial Iqueima, en unos cuadernos pequeños.
¿Recuerda
el primer poema que publicó?
Sí, se
llama El Arroyuelo, y empieza:
Me dio un arroyuelo
Un mundo nocturno
Yo quería un mar...
Era una
glosa de un poema de Barba- Jacob que dice:
Le pedí un sublime canto que endulzara
Mi rudo, monótono y áspero vivir
Él me dio una alondra de rima encantada...
¡Yo quería mil!
¡Yo quería mil!
Lo dejé
sobrevivir porque fue el primer poema que me publicaron en El Tiempo. Recuerdo
que el gran Víctor Mallarino entró un día a la oficina de Enrique Santos
Montejo para preguntarle quién era la autora de ese poema tan dulce y al mismo
tiempo yo entraba furiosa a reclamarle porque habían hablado mal de Manuelita
La Libertadora, una obra de teatro donde mi amigo del alma, Fausto Cabrera,
representaba a José María Córdoba. Mallarino se quedó petrificado y dijo:
"No es un arroyuelo, es una tromba marina", mucho gusto, yo soy
Víctor Mallarino". Le garantizo que dejé vivir ese poema por acordarme de
él.
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Comparto su amor por Federico García Lorca,
sin embargo hay críticos que lo descalifican apoyándose en una de las famosas
"boutades" de Borges, quien dijo que era un “poeta menor".
Es uno
de esos absurdos inexplicables en los que a veces incurría Borges. Que Lorca
era un gran poeta, no hay duda, basta leer Poeta en Nueva York. Esa afirmación
de Borges me recuerda la Parábola del Falso Profeta, de Oscar Wilde traducida
muy bien por Eduardo Castillo, que dice: "Cuando
ya la noche una gran marea de tinta invadió el mundo, José de Arimatea, triste,
tomó una antorcha de resinoso pino y guiado por el cárdeno fulgor tomó el
camino de su vivienda. A veces brillaba la improvisada luz roja de un relámpago
y el hombre iba detrás, hasta llegar al Valle de las Desolaciones. Detuvo de
repente su marcha y quedó mudo ante un man¬cebo que lloraba desnudo sobre las
rocas ásperas. Divinamente bello, su cabello era dorado como la miel de las
colmenas y su piel era Cándida como las azucenas..."
No
termino porque es muy largo, pero, a ese mancebo que lloraba, le dijo José de
Arimatea: "No me extraña que llores
porque el hombre que crucificaron era en verdad un santo". Y el otro
contestó "Yo no lloro por él sino
por mí. Yo también, cuando quise, con mi poder divino de taumaturgo, pude mudar
el agua en vino y ante las muchedumbres absortas muchas veces multipliqué los
panes y los peces. Yo hice que los difuntos se alzaran de sus lechos de piedra y que llegaran de nuevo a ver la
luz. Todo lo que hizo el hombre de quien hablas yo lo he hecho, y a mí no me
han befado, ni me han clavado en la cruz". ¿Ve usted?... como a Borges
no lo fusilaron... concluye Maruja con expresión traviesa.
***
En
septiembre de 1953 el mundo intelectual bogotano se conmociona con la llegada
del poeta chileno Pablo Neruda, famoso ya por sus Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada y es recibido en el Aeropuerto de Techo por los poetas de
Piedra y Cielo: Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez, Gerardo
Valencia. Tomás Vargas. Carlos Martín y Darío Samper. También están en la
tropilla Maruja y su novio de entonces, el parlamentario comunista Jorge
Regueros Peralta y su hermano Gilberto, dirigente del Partido Comunista
Colombiano, Daniel Arango, Fernando Charry Lara y Matilde Espinosa.
Una
tarde Maruja le muestra a Neruda sus poemas firmados como María Vieira White. El los lee con atención y comenta: "Están muy bien, ¿pero qué es eso de
María Vieira White? Es como si yo firmara todavía como Neftalí Reyes Basoalto,
en Chile a las Marías les decimos Maruca" Y ella le respondió: en
Colombia nos dicen Maruja. Con su ancha sonrisa y sus grandes párpados
dormidos, Neruda toma su mano y la bautiza, "Te llamarás Maruja
Vieira".
"Yo
acepté de inmediato porque caí bajo el magnetismo de Neruda. Cuando uno estaba
con él, el ambiente se convertía en una increíble sensación de calidez y sentía
que algo tan colosal como el Himalaya lo había acogido entre sus brazos. Era un
ser muy marino, parecía un joven cetáceo, una especie de pequeña ballena, tan
dulce y tan agradable, que oírlo leer su poesía era transportador. El tono de
su voz no era el más adecuado porque a la larga resultaba un poco monótono,
pero era Pablo Neruda y yo adoro su recuerdo".
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Revista Credencial
No. 324. Noviembre 2013
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